Estoy acostumbrado a medirlo todo: pasos, sueño, ritmo cardíaco, notificaciones en la muñeca, alarmas inteligentes. Durante años usé un smartwatch todos los días. Pero últimamente sentía que algo no estaba bien: me volvía más ansioso en lugar de más productivo.
Así que decidí hacer algo radical (al menos para mí): guardé mi smartwatch y volví a usar un reloj de agujas, sin notificaciones, sin sensores, sin conexión. Lo hice durante 14 días. Y esto fue lo que pasó.
Por qué hice el cambio
No fue por nostalgia ni por moda. Fue por salud mental. El constante zumbido en la muñeca, las micro interrupciones y la necesidad de revisar datos todo el tiempo me tenían agotado. El reloj, que supuestamente era una herramienta de bienestar, se había convertido en una fuente silenciosa de estrés.
Quería probar si volver a lo simple me ayudaba a recuperar foco, presencia y calma.
El cambio: de un Galaxy Watch 5 a un Casio clásico de 40€
Pasé de un reloj con pantalla táctil, sensores avanzados y 50 funciones... a uno que solo da la hora y tiene luz. Sin batería que cargar cada noche, sin apps, sin nada más que su función original.
¿Cómo me sentí los primeros días? Raro. Pero con el tiempo, aparecieron los beneficios.
Lo que gané (y no esperaba)
- Más presencia: dejé de mirar mi muñeca cada 10 minutos.
- Menos ansiedad: al no recibir notificaciones constantes, mi mente se sentía más tranquila.
- Más atención: cuando hablo con alguien, ya no tengo una excusa digital que me interrumpa.
- Más libertad: no tener que cargar el reloj todas las noches fue más liberador de lo que imaginaba.
- Menos comparación: ya no me preocupaba por si dormí menos pasos que ayer o si debía moverme más por un número en pantalla.
Lo que sí extrañé
- Alertas útiles: recordatorios silenciosos para moverme o hidratarme.
- Medición de sueño: aunque no siempre precisa, me ayudaba a mantener un ritmo saludable.
- Pago por NFC: práctico al salir sin cartera.
- Alarmas silenciosas: levantarme sin molestar a nadie era una gran ventaja.
No todo fue ideal. Hay funciones que realmente ayudan, y eso no lo niego. Pero también me di cuenta de que muchas veces usamos la tecnología por hábito, no por necesidad real.
Comparativa: ¿vale la pena un smartwatch para todos?
Aspecto | Smartwatch (250-400€) | Reloj analógico (40-100€) |
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Funcionalidad | Alta (apps, sensores, pagos) | Básica (hora y estilo) |
Interrupciones | Frecuentes | Ninguna |
Mantenimiento | Cargar cada 1-2 días | 1 pila al año (o solar) |
Durabilidad | 2-4 años promedio | 5-10 años o más |
Enfoque en salud | Sí, pero puede causar obsesión | No, pero promueve desconexión |
¿Con cuál me quedo al final?
Desde que hice este experimento, mi perspectiva cambió. No necesito llevar un smartwatch todo el día. Si bien es útil para entrenamientos o viajes, el día a día puede vivirse mejor con menos.
La desconexión me dio claridad. Y eso no tiene precio.
Conclusión
No se trata de estar contra la tecnología. Se trata de usarla con propósito. El minimalismo digital no es renunciar, es elegir con conciencia.
Si sientes que tu reloj te controla más de lo que te ayuda, tal vez sea hora de probar una versión más simple de ti mismo. Literalmente.